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jueves, 19 de junio de 2008

EN LA U.....

La prostitución de la juventud pauperizada también afecta al medio universitario. El precio prohibitivo de los alquileres, las dificultades para llegar a fin de mes o simplemente conseguir algún dinerillo extra para salir los fines de semana y comprarse ropa de marca llevan a los estudiantes a poner su cuerpo en el mercado.

Según el sindicato SUD-Etudiant, unos 40.000 estudiantes –en su aplastante mayoría mujeres– se prostituyen, es decir uno de cada 57 estudiantes. “Es una cifra plausible. Representa cerca del 2% de la población de las facultades, mientras que en Inglaterra, la prostitución llega al 10%”, afirma el sindicalista Paul Degruelle, entrevistado por el diario 20 Minutes. La cifra es también juzgada realista por la Organización de la Vida Estudiantil (OVE), integrada por sindicatos estudiantiles, representantes de la educación superior y del Estado francés.

La OVE señala que 45.000 estudiantes viven una situación de “gran pobreza” y 225.000 tienen graves dificultades para financiar sus estudios. Un informe del gobierno francés publicado en 2000 cifraba en 100.000 la cantidad de estudiantes que vivía bajo la línea de pobreza (650 euros por mes). De todos modos, al ser ocasional y sin intermediarios, los gremios reconocen que es difícil tener una idea cabal de la magnitud del comercio sexual de los alumnos.

Mientras tanto, la oferta de sexo, sobre todo virtual, prolifera en los clasificados de páginas web dedicadas a los estudiantes. Es el tema del libro La prostitution étudiante à l’heure des nouvelles technologies de communication (La prostitución en la era de las nuevas tecnologías de la comunicación, 2008), de la joven socióloga Eva Clouet.

El ensayo, fruto de una investigación en el Campus de la Univesidad de Nantes, pone el acento en las nuevas posibilidades que ofrece internet a la prostitución estudiantil, como las webcams, los blogs eróticos, los servicios de escort girls o de lencería usada, tal como reza el aviso de una parisina publicada en Missive: “Joven estudiante ofrece ropa interior usada. Vendo bombachas, strings, medias, lo que usted pida. Acepto pago electrónico vía Pay Pal”.

Una de las tesis del libro de Clouet es que esta nueva modalidad se distingue de la prostitución tradicional por la posibilidad de seleccionar a los clientes en una “atmósfera de complicidad”, al tiempo que desarrolla una socialización que tiene en cuenta las diferencias generacionales y de clase.

En cuanto al fenómeno del trueque sexual, también se practica en otros países, como Estados Unidos, Italia o España. Basta con ir, por ejemplo, a la Craiglist norteamerciana o al portal universitario ibérico de Campus Anuncios y, en el rubro “Vivienda”, teclear “sexo”. En la página web española, el primer resultado es un centenar de propuestas que comparten un mismo barniz cool: “Hola, soy un chico de 30 años, apuesto, limpio, respetuoso. Ofrezco piso a chica gratis a cambio de sexo, cuando nos apetezca a los dos, sin forzar, sin malos rollos, de común acuerdo. Mandar al e-mail fotos (todas las que puedas), aficiones, edad, etc... y todas las preguntas que se te ocurran”.

Para el psicosociólogo especializado en sexo Erik Pescador, entrevistado por el diario madrileño El País, proponer sexo como herramienta de pago de alquiler en internet no obedece a un movimiento de desinhibición. “Tiene que ver con la soledad y con la cosificación de la sexualidad.” Según sostiene, la gente tiene cada día menos capacidad para relacionarse cara a cara y muchos recurren a estos subterfugios: “Unos a ligar por internet, otros a las agencias matrimoniales... Quizá esto sea tan sólo la última vuelta de tuerca”. Sin embargo, Pescador asegura que nada de esto ocurriría sin un contexto de pauperización y sin “una sociedad como ésta, donde todo se capitaliza”.

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